martes, 13 de diciembre de 2011

Cuento de fin de año




Una de fin de año
Los zapatos viejos.
Es difícil explicar cómo me siento, pues vivo en la calle, estoy sin trabajo y no tengo si no lo puesto, además hace un frio impresionante pues es treintaiuno de Diciembre y ya se sabe en estas fechas no es el Sol lo que abunda y en cambio ese señor que está hablando por teléfono parece que lo tiene todo, unos zapatos lustrosos, un buen traje, ese teléfono móvil impresionante ¿Qué hará con tanto hurgarse en los bolsillos? mientras mira a un lado y a otro, a lo mejor está buscando monedas sueltas para darme y ya puestos, a lo mejor busca su tarjeta para ofrecerme un trabajo, que mas da, son ilusiones vanas de un vagabundo en fin de año, no sé si acercarme y decirle que si le hace falta ayuda pues con esa bolsa en una mano y el teléfono en la otra no puede buscar bien en sus bolsillos y a lo mejor me da una propina; Oiga ¿necesita ayuda? A mi ni te me acerques y báñate; Vaya no es la respuesta que esperaba, en fin yo paso de él y el cuelga la bolsa en una reja para poder seguir mirándose en los bolsillos con más celeridad y justo en ese momento, se acerca un lujoso Jaguar que frena justo a su lado y tras intercambiar saludos, felicitaciones y sonrisas se sube a él y cierra la puerta, me hubiera gustado decirle que se estaba olvidando el paquete en la reja, pero como no quiere que me acerque a el pues nada, en fin, pasa casi una hora y no regresa a por su paquete y yo como no tengo nada mejor que hacer voy a esperar otra hora mas y si no regresa mirare en el paquete a ver si hay alguna tarjeta con una dirección, para llevárselo y entonces seguro que sí que me dará una propina y asi tendré cena de fin de año y a lo mejor hasta uvas ¿Quién sabe? Ya han pasado dos horas y no a regresado, la verdad es que la curiosidad por mirar el paquete me supera, vaya no esperaba yo que fuera un esmoquin quien lo diría yo un vagabundo y me encuentro un esmoquin, que ironías tiene la vida y lo peor es que me voy a quedar sin propina por que no tiene ninguna dirección ni señas para ir a devolverlo ¿te imaginas a mí con esmoquin? ¿Por qué no? Total voy a probármelo y después me paseare por la ciudad sintiéndome bien, como si fuera un rico, lástima que no dejara también unos zapatos pero no importa, por que cuando llevas un esmoquin nadie se fija en los zapatos, además si me doy prisa todavía llego a tiempo para ducharme y afeitarme en el albergue municipal.
Horas más tarde aseado y con el esmoquin mal acompañado de unos zapatos roídos por el tiempo y el desgaste de tan interminables horas andando, me paseo por la plaza principal de la ciudad, donde también está ubicado el casino, que como cada año celebran una fiesta enorme con la gente más poderosa de la ciudad y yo aunque no me dejen entrar me paseare por la puerta para lucir mi esmoquin entre las celebridades. Bueno ya que estoy en la puerta ,no pierdo nada con intentar entrar, yo a lo mío como si lo hiciera todos los días y si no me dicen nada pues entonces entro, empiezo con cierto nerviosismo a subir la escalinata de la puerta principal y al llegar arriba del todo, unos conserjes muy bien ataviados se me acercan y con gran asombro por mi parte me llaman por mi nombre, me dan las buenas noches y raudos me abren las puertas que yo atravieso sin salir de mi asombro, para encontrarme con un salón inmensamente grande y muy bien decorado con buen gusto y poblado por una inmensa cantidad de personas importantes del mundo de las finanzas, política y demás, pero lo mejor es que por todos los rincones no paran de pasar innumerables cantidades de camareros con bandejas llenas de manjares y champagne, es todo un sueño solo hace tres horas estaba siendo despreciado por uno de estos personajes mientras intentaba conseguir una propina y ahora estoy aquí entre ellos, sin que nadie me diga nada y atiborrándome de una manera discreta pues aunque sea en realidad un vagabundo, no dejo de haber sido en años anteriores a mis desdichas un ingeniero reconocido en otra provincia y mis modales no los he perdido así que paso inadvertido, hasta que una señora muy elegante y con una extraña mezcla de olores a perfume y maquillaje, se me acerca y me dice perdón don Alfredo no lo había reconocido y desde luego ese excentrismo suyo al traer esos zapatos viejos lo hace inconfundible, si me permite le voy a presentar a algunas personas y sin que me dé tiempo a decir nada o por lo menos a preguntar como sabe mi nombre ya esta presentándome a un grupo al que poco a poco se unen cada vez mas sin dejar de repetirme lo acertado que he estado poniéndome los zapatos viejos, para así dar una clase de humildad, a lo que yo no digo nada y menos después de que las mujeres se me rifaran para bailar con ellas, hasta que una de ellas me llama por el apellido y claro no es el mío, pues aunque coincidiese el nombre el apellido no era ese, así que como ya he bailado, bebido y comido decido poner fin a la mascarada y le digo, yo no soy Alfredo Galán de Solís, soy otro y ella me contesta, cuanta humildad don Alfredo todos deberíamos tomar ejemplo, por favor llámame Alfredo le contesto y tras una risas continuamos bailando, comiendo y divirtiéndonos, incluso partimos el año en el que yo era el centro de atención, pero todo termina y como la cenicienta, regrese a mi esquina para dormir en mis cartones húmedos por el rocío de la mañana.
El día dos de ese mismo mes, fui con un poco de ropa prestada y casi decente, a una entrevista de trabajo y mientras hablaba con el encargado entro el propietario, se me quedo pasmado mirando y su parecido conmigo era asombroso y más aun cuando el encargado le dijo don Alfredo, este es el que venía hoy por el puesto de trabajo, pero me da mala espina y tras observarme le contesto, lo entrevistare yo personalmente y así pasamos a su oficina, donde se presento como Alfredo Galán de Solís, el nombre por el que me habían confundido en la fiesta, a lo que yo no dije nada y me explico, que por su posición social tenía que acudir a muchas fiestas a las que le aburría ir y que a cambio de hacerme pasar por él en dichos eventos, me pagaría generosamente y además me dejaría una de sus casas para vivir, con todos los gastos pagados y yo solo tendría que acudir por él a todos los eventos de los que él ya estaba aburrido; Y desde entonces yo, mi inseparable esmoquin y mis amantes zapatos vivimos una vida un poco, o mejor dicho mucho mejor, Feliz Año Nuevo
Angelo Reforzo.

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